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LA MECÁNICA CUÁNTICA EN LAS INSTITUCIONES

 

(Divertimento veraniego)

Joaquín Osuna Costa 

Joaquin Osuna Costa, Notario de Leganés (Madrid)

 y Agente de Cambio y Bolsa

  

Dicen los que saben de esto, entre los que desde luego no me incluyo, que la Física, relativamente comprensible cuando hablamos del comportamiento de los grandes cuerpos, cambia sus leyes de forma radical y aparentemente ilógica cuando se enfrenta al comportamiento de lo más pequeño.

 

Las cuatro fuerzas que regulan la Física "visible", gravedad, electromagnetismo, nuclear fuerte y nuclear débil, son conocidas, demostrables, cuantificables y, al menos las dos primeras, fácilmente comprobables por cualquiera que haya jugado con una pelota o manejado un imán.

 

La relatividad modificó esas leyes, las enriqueció. Cuando EINSTEIN soñó que cabalgaba sobre un rayo de luz, modificó la forma de entender la estructura del espacio/tiempo, revolucionó las normas que estableció en su día NEWTON, pero aún las mantuvo en el terreno de lo creíble para los profanos, porque todos podemos asumir como cierto, aunque no seamos capaces de entender las oportunas demostraciones, que nada puede viajar más rápido que la luz, que el tiempo varía con la velocidad, y que el espacio es curvo porque el universo es una inmensa cama elástica en la que los grandes objetos provocan hundimientos que atraen a otros más pequeños. No lo entendemos, no sabemos por qué es así, pero no nos repugna creerlo.

 

Sin embargo, a medida que empezó a estudiarse lo más pequeño, el átomo, se fue descubriendo la enorme complejidad que encierra, semejante a un complejo juego de matrioskas, en el que, cada vez que abrimos una muñeca, encontramos en su interior no otra, sino diez o doce nuevas que, al ser abiertas, resultan estar también rellenas de otras tantas y así sucesivamente, dando como resultado una infinita variedad de componentes, una inmensa cantidad de partículas, tantas que llegó a decirse que, para evitar complicaciones al Jurado, el premio Nobel de Física debería concederse al científico que en un año no hubiera descubierto una nueva partícula subatómica.

 

Con todo ello empezamos a entrar en una realidad extraña, ilógica, en algo duro de creer, pasamos de aceptar una estructura de la materia incomprensible, pero verosímil, a enfrentarnos con otra increíble.

 

En efecto, en nuestra vida normal, estamos acostumbrados a que las cosas se compliquen cuando crecen, al árbol le salen ramas, y se simplifiquen cuando se reducen, cuando se poda no salen nuevos troncos. Sin embargo, el mundo de la Física de partículas contradice ese principio, parece que, hacia abajo, estamos más cerca del infinito que hacia arriba, hasta el punto de que ha habido que inventar una teoría simplificadora para su estudio, la teoría de cuerdas, según la cual, y perdón una vez más a los que de verdad saben de esto por mi burda explicación, no nos encontramos ante innumerables tipos de partículas, ante un piano con infinitas teclas, sino ante un enorme violín capaz, con pocas cuerdas, de generar infinitos sonidos diferentes según se las pulse, dando así la apariencia de que son partículas diferentes.

 

Pero eso es sólo la primera de las sorpresas, otra mayor se deriva de la curiosa propiedad de la observación de esas partículas subatómicas, del principio de incertidumbre de HEISENBERG, según el cual podemos saber dónde está una partícula o cómo se desplaza, pero no las dos cosas a la vez. Traducido al castellano, si observamos una partícula, ésta se detiene, la realidad cuántica depende del observador para ser observada, como si cada partícula se diera cuenta de que la están contemplando. Llevando eso a la existencia "normal", las pirámides de Egipto sólo existirían cuando alguien las mirase y sólo si alguien lo hiciera, no hay realidad si no es observada, aunque, como dijo un creyente premio Nobel de física, eso quizás sea cierto pero, en todo caso y aunque lo sea, no debe preocuparnos demasiado, porque Dios siempre está observando todo.

 

El mundo cuántico, por lo visto, es así, y tiene otras muchas más peculiaridades igualmente inverosímiles, por ejemplo la posibilidad de estar en varios sitios a la vez, y la de estar vivo y muerto al mismo tiempo, como el gato de SCHRÖDINGER, aunque nadie, absolutamente nadie, sepa exactamente cómo es de verdad ese micromundo y por qué es así y aunque el mismísimo EINSTEIN lo dudase con su famosa frase, "no puede ser cierto, Dios no juega a los dados", y sin que ni él, que lo intentó durante veinte años, ni ningún otro genio de la Física, haya sido capaz de formular una Teoría Unificada que armonice las leyes que rigen para lo más grande y para lo infinitamente pequeño.

 

En fin, "eppur si muove”, hagamos un acto de fe, esto es así aunque no sepamos por qué, por absurdo que nos parezca ¿o no lo es tanto? No, no lo es, al menos en la vida social. Esas leyes de comportamiento no tienen nada de absurdo, serán incomprensibles en Física pero son de lo más normal en Sociología, en Política y en Teoría Económica y no tienen nada de excepcional en el Derecho.

 

Es decir, en esas tres ciencias los principios "cuánticos" son lo normal. Los sujetos económicos, los Ticios del Derecho, somos partículas que, como tales, obedecemos principios y leyes de mecánica cuántica que rigen las instituciones políticas y económicas: actuamos como cuerdas de violín y estamos sometidos al principio de incertidumbre.

 

La Sociedad y las empresas son piramidales, su complejidad crece hacia abajo, no hacia arriba. Hay un Presidente y millones de entes gobernados o dirigidos, que, además, son, somos, todos distintos, personas, corporaciones, instituciones, divisiones, áreas, es decir, un infinito microcosmos que constituye el tejido social y empresarial en el que no hay dos elementos iguales sino una infinidad, mayor cuanto más descendemos en su estudio, de cuerdas de violín que dan notas diferentes y, lo que es más importante, capaces cada una de ellas, cada uno de nosotros, de sonar diferente según nos vaya. Y, sin embargo, no se produce cacofonía sino que el resultado parece una estructura sólida y funcional, como el átomo.

 

Igualmente, la observación de un sujeto produce su inmovilidad, cualquier elaboración de memorándum, auditoría, inspección fiscal, reunión de Consejo, convocatoria de Comité, etc. provoca que sus asistentes y los afectados por la misma se detengan hasta que se acabe la "observación". En una perfecta aplicación del principio cuántico de incertidumbre, podemos saber de cualquier sujeto dónde está o lo qué está haciendo, pero es muy difícil saber las dos cosas a la vez porque, cuando lo controlamos, deja de actuar.

 

Además, en perfecto cumplimiento de otra ley física, la segunda de la termodinámica, el calor sólo pasa del cuerpo caliente a otro frío y nunca al revés, por tanto la reunión frecuente de varias personas en asambleas, comités, reuniones y demás zarandajas conseguirá enfriar a los más trabajadores y, cumpliendo otro principio de la termodinámica, la entropía, generará un consumo de energía que no podrá utilizarse para producir trabajo. Traducido al castellano: se dificultará la adopción de decisiones, la masa tiende a la ineficacia.

 

Convendría que no olvidaran eso los Estados y las grandes Corporaciones, tan amigas éstas y aquellos de celebrar reuniones, a veces inmensas, que en muy pocas ocasiones resultan productivas, y de exagerar, tanto los Estados como las Empresas, los controles a sus órganos, ciudadanos o personal , que, en el caso de las segundas, hacen que sus empleados pasen más tiempo explicando lo que hacen que haciéndolo y, en el de los países, provocan una enorme presión fiscal indirecta, en forma de declaraciones, calendarios, comunicaciones, justificaciones, que en poco ayudan a la labor productiva. El homo oeconomicus, si se siente observado por el Gran Hermano, empresarial o estatal, simplemente se queda quieto y, aún cuando no sea observado, como sabe que lo va a ser, actúa pensando en las consecuencias que va a tener para él esa observación. No actuamos, desgraciadamente, basados en criterios de rentabilidad y productividad, o por lo menos no sólo actuamos basados en ellos, en nuestras decisiones tienen casi siempre tanta o más importancia las consecuencias y/o incomodidades que prevemos que nuestros actos van a tener, tanto en el plano laboral como en el fiscal.

 

Eso en sí mismo no es malo, la organización es necesaria, de lo contrario, nos vuelve a decir la Física, por aplicación de la entropía, iríamos al caos. En una empresa y en el Estado el control es básico para su buen funcionamiento y, en el plano estatal, la utilización de las medidas fiscales de orden tributario es uno de los pilares fundamentales de la Política Económica, siempre que unos y otros tengan como finalidad encauzar el trabajo en una determinada dirección que se estime más productiva, pero, lamentablemente, no suele ser el caso, sino que asistimos constantemente al cumplimiento de la ley de PARKINSON, al crecimiento exponencial de la burocracia en forma de servicios centrales en las Empresas y de múltiples organismos en el Estado, que, como deben ser financiados, provocan, en las primeras, un crecimiento de costos de estructura que pueden hundirlas y, en el segundo, obligan a que las medidas tributarias no obedezcan a razones de alta Política Económica sino a mero afán recaudatorio. Bendita fuera una reforma fiscal cuya finalidad fuera la de señalar la senda de desarrollo de la Economía ayudando a que los recursos de un país se dirigieran hacia ahí, pero, desgraciadamente, nos encontramos más a menudo con medidas tan aberrantes, como, y sólo son dos ejemplos de los muchos que podíamos encontrar hoy y aquí, la de incrementar el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales en la transmisión de viviendas para mantener la recaudación, o la de liquidar el Impuesto municipal sobre un presunto Incremento de Valor de los Bienes de Naturaleza Urbana a transmisiones que en la realidad suponen una minusvalía cercana al 50%. Aberraciones que hacen pensar en ocasiones que podría aplicarse a algunas evasiones fiscales la eximente de legítima defensa.

 

Así pues resulta que la Física, que nació de la Filosofía, vuelve a ella, en el fondo nunca se fue, debemos estudiar las leyes de la Física para comprender bien las que rigen la vida social, porque son idénticas. Las normas que gobiernan el microcosmos humano del Universo, son las mismas que gobiernan el microcosmos de la materia, y son más cuánticas que clásicas.

 

Tampoco debe extrañarnos que una misma ley sea dudosa en Física y cierta en Sociología, la Física se separó de la Filosofía cuando, abandonando el griego, eligió para su desarrollo el idioma de las Matemáticas, desde aquel momento las leyes físicas, para serlo, deben ser observadas y demostradas matemáticamente, si no se demuestran no son leyes, son hipótesis. En Sociopolítica, en cambio, las leyes no exigen para serlo una ecuación que las sustente, basta la constancia de su existencia.

 

¿Absurdo todo? Probablemente, empezando por el título ¿o no es absurdo calificar de divertimento este artículo?

  

Joaquín Osuna Costa

Agente de Cambio y Bolsa

Notario

Agosto 2014

 

QUI PRODEST? EL COLCHONERO A GRANDES MALES GRANDES REMEDIOS DUOPOLIO BANCARIO LOS ACHAQUES DE NUESTRA ECONOMÍA

SECCIÓN OPINIÓN

DE GAULLE O PETAIN FUERA COMPLEJOS LA DEUDA POTEMKIN LA SARDINERA DE SANTURCE

 

 Artículo publicado el 31 de agosto de 2014.

 

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