Isidoro Lora-Tamayo, Premio Notarios y Registradores 2025

Isidoro Lora-Tamayo, Premio Notarios y Registradores 2025

Admin, 06/04/2025

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ISIDORO LORA-TAMAYO

PREMIO

NOTARIOS REGISTRADORES

2025

RAZONES PARA
LA CONCESIÓN
APUNTES BIOGRÁFICOS

Datos de Contacto

  RAZONES PARA LA CONCESIÓN:

EL EQUIPO DE REDACCIÓN DE LA WEB, TRAS AMPLIAS DELIBERACIONES, HA ACORDADO OTORGAR EL PREMIO NOTARIOS Y REGISTRADORES, EN SU X EDICIÓN, A 

DON ISIDORO LORA TAMAYO

   Por su dedicación a los futuras generaciones de notarios;

   por su dilatada labor corporativa;

   por la actividad docente que desarrolla con sus libros y conferencias;

   por su modestia y bonhomía;

   por ser embajador de España ante el notariado de los países hispanos,

  y , en definitiva,  por su trabajo constante de toda una vida al servicio de la sociedad.

LA PRESIDENTA DEL COMITÉ:

DOÑA INMACULADA ESPIÑEIRA SOTO.

Propusieron su candidatura una pléyade de personas, siendo la primera de ellas Carlos Pérez Ramos, notario de Madrid 

   

APUNTES BIOGRÁFICOS

1.- Infancia 

Nazco en Sevilla el 10 de noviembre de 1942, a las 12 de la mañana, en nuestra casa, situada en la Plaza de San Lorenzo, bautizándome a los dos días en la Parroquia del mismo nombre, en el que además mis padres me hacen hermano de la Hermandad de Jesús del Gran Poder, que en aquélla época estaba instalada en esa misma parroquia. Doy estos datos porque conservo unos apuntes escritos a mano por mí padre en el que recoge ellos y algunos más, dedicado a su niño Isidoro, reveladores de la dedicación que mis padres tuvieron a todos y cada uno de sus doce hijos. Hablo de doce hijos, aunque yo conocí solo a once, pues el mayor de ellos, Manolito, nació con unas discapacidades, falleciendo a los pocos años. Sin embargo, su recuerdo siempre permaneció en nuestra familia y nos hizo tener una sensibilidad especial para las personas con discapacidad. Seguramente ello ha influido en que parte de mis trabajos se haya dedicado a esta materia, incrementado por el nacimiento de Ana, con síndrome de Down, la segunda de mis nietas.

Muy pronto vinimos a Madrid, al trasladarse mi padre como catedrático de química orgánica a la Facultad de Ciencias de la Universidad Complutense, desde la Universidad Hispalense, donde estaba muy feliz, pero le requirieron e insistieron para ello desde las altas esferas para que colaborase en el impulso del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. A pesar de vivir escaso tiempo en Sevilla, mis raíces andaluzas han dejado huella en mi personalidad y siempre he estado vinculado a Andalucía, como tendré ocasión de ir comentando.

Cuando tenía dieciocho meses falleció mi madre, lo que lógicamente influyó en mi infancia; quedamos cuatro hermanos, yo el pequeño de ellos. Mi padre acababa de cumplir treinta y ocho años y tuvo la suerte, él y nosotros, de encontrar a Amelia, nuestra segunda madre, con la que se caso a los cuatro años, desde la muerte de mi madre; Amelia, era un persona de gran inteligencia, corazón y sensibilidad; doctora en química, hablaba francés, inglés, alemán e italiano y ello no le impidió entregarse a su marido, a los cuatro hijos que tomó como propios y a los siete más que tuvo. Pero, siempre hizo que conservásemos el recuerdo y el cariño de nuestra primera madre y su familia, toda ella en Sevilla y en Constantina (Sierra Norte), lo que hasta románticamente alimentaba mi vinculación andaluza.

Una familia de once hijos, con padre catedrático de Universidad, tenía que ser necesariamente austera y en esa austeridad nos educamos y crecimos. Nunca nos faltó nada de lo necesario, pero no abundaba lo superfluo. Eso sí, los estudios eran básicos en nuestra educación y en ello mis padres no escatimaron nada en recursos humanos y económicos, estando pendiente de todos y cada uno de nosotros, ayudándonos en lo que en cada momento necesitásemos. Creo que se estaban satisfechos de que todos sus hijos tuviesen buenos resultados académicos: Amparo, farmacéutica, Pepi, licenciada en historia, Manolo, Dr en química, Amelia, Dra en física, Concha Dra en química y licenciada en farmacia, Emilio Dr en física y catedrático de Universidad, Mercedes, catedrática de filología inglesa, Gloria Dra, en geografía humana, José Ignacio, médico y Ángeles, su querida benjamina, matemática y técnica del INE.

Una familia numerosa es un seguro de felicidad y mi infancia fue feliz, con mis hermanos, mis padres y la tata andaluza Josefa, que entró en casa con mi primer hermano en Sevilla y murió a los ochenta y tanto años en casa de mis padres. Era un ser irrepetible, a pesar del tiempo que vivió en Madrid, seguía llamando a la Gran Vía, la Calle de la Sierpes y a la Puerta del Sol, la Campana, es decir los sitios más populares de Sevilla. Nuestro veraneo era en San Rafael, aunque normalmente los cuatro mayores pasábamos una parte del verano y, a veces, en Navidad en Constantina (Sevilla), con una tía de mi madre, que era como nuestra abuela. Para mí era otro mundo, jugar en las calles del pueblo, ir al campo con ganado y caballos, trasladarme de un lugar a otro, como se hacía en aquéllos tiempos, en coche de mulas, estar con mis primos etc.

Entre paréntesis, profundizando en las raíces andaluzas, desde los diecisiete años y con pocos fallos hasta el día de hoy, la Semana Santa la pasaba en Sevilla, saliendo de nazareno en la madrugada del Viernes Santo con El Señor del Gran Poder. Solo lo que desde pequeños hemos vivido, inoculado por nuestros padres, lo que es acompañar al Señor por las calles de Sevilla en esa madrugada, entre la devoción, la emoción y el silencio impresionante de las gentes, podemos sentir, aunque no sepamos describir, lo que ese acontecimiento significa para nosotros.

Mis padres siempre estaban pendientes de la enseñanza, por lo que cambié de colegios, al principio, por muy poco tiempo, en el Instituto Británico, después en los Sagrados Corazones y desde los doce años en el Instituto Ramiro de Maeztu. En este tuve catedráticos de primer nivel, pero en mí dejaron huella el de literatura Miguel Oliver y el jesuita Eduardo Granda; éste llevaba un grupo que, en aquéllos tiempos, era una congregación mariana en el que me integré y, desde entonces, aunque con las adaptaciones propias de los tiempos, sigo unido y ha supuesto para mí adquirir una formación ignaciana que, entre otras cosas, me ha enseñado a estar siempre en camino. En este Grupo conocí más tarde a María Luisa, mi mujer y en él tengo algunos de mis mejores amigos. Actualmente forman parte de él alguno de mis hijos y varios nietos.

2.- Juventud y oposiciones.

Estudié la carrera de Derecho en la Universidad Complutense, desde 1959 a 1964. Tengo un gran recuerdo de esos años, conservo grandes amigos de la Facultad, como Alvaro García de la Rasilla, David Herrero, Fernando García de la Noceda. Varios compañeros de esa promoción han sido notarios: Vicente Mora, José Picón, Angel Sanz o registradores, como José Manuel García García. Incluso, algunos políticos, como Luis Gamir y Pedro Solbes. Tuve en ella grandes catedráticos, por citar algunos, García Gallo, en Historia del Derecho, Blas Pérez González en Derecho Civil, Jesús Rubio en Derecho Mercantil, Juan del Rosal en Derecho Penal, Laureano López Rodo en Derecho Administrativo, Leonardo Prieto Castro en Derecho Procesal y, cómo no, Federico De Castro, en Parte General de Derecho Civil, en el segundo curso. En líneas generales mi expediente académico fue bastante bueno.

En los veranos de cuarto y quinto de carrera, hice la milicia universitaria, en la MAU, es decir la milicia aérea universitaria, en la base de Gamonal, en Burgos. Tengo muy buen recuerdo de esa etapa y de algunos de los amigos que en ella conseguí. Algunos de mis compañeros volaban en las avionetas existentes en la base y obtuvieron el título de piloto. Al ser yo poco aventurero, mi destino fue el de intendencia e hice las prácticas de alférez en la Asesoría Jurídica del Ministerio del Aire, en el que era jefe de la Asesoría, precisamente Blas Pérez González, que no solo era catedrático, como antes decía, sino también Jurídico del Aire, teniendo en ese momento el grado de general.

Al terminar la carrera tenía claro que quería opositar, pero no estaba seguro a qué; me gustaba judicatura, pero me echaba atrás el Derecho Penal y el Procesal; el Derecho Administrativo y el Derecho Fiscal tampoco eran santos de mi devoción, por lo que al final opté por notarías, en parte influido por mi cuñado, Matías Valdecantos, que entonces era notario de Moguer, persona que tuvo mucha influencia en mí, como su mujer, mi hermana mayor.

Empecé la oposición en la Academia de los hermanos Sánchez de Frutos. No puedo presumir de ser un opositor espectacular; prueba de ello es que tardé alrededor de seis años en aprobar. Con independencia de mis limitaciones personales me pesaban la tensión que existía en mi casa al ser en esa época mi padre Ministro de Educación y Ciencia y coincidir con el comienzo de los conflictos universitarios; mi padre no era un personaje político, era un universitario y científico, en aquéllos años muchos de los que llegaban a ser ministros lo eran por su trayectoria y valía profesional, no por su militancia política; él tenía gran ilusión por elevar el nivel de la enseñanza, desde la escuela primaria y rural, hasta los centros de investigación; su idea de la educación piramidal de la educación, cuya base era la escuela y la cúspide la investigación, dentro y fuera de la Universidad, era constante en él. Al desatarse los conflictos estudiantiles en las universidades, por motivos políticos, era un tema que le hacía sufrir mucho y, en consecuencia, a todos en casa; mi padre no había dejado sus clases en la Universidad y su laboratorio en CSIC para eso, por lo que dimitió como ministro; él y Arreses fueron los únicos ministros que dimitieron en los gobiernos de Franco. El clima descrito no era el adecuado para un opositor. Por ello, salí de casa para seguir estudiando en Huelva, siendo preparador mi cuñado citado. Me presenté a una oposición en Madrid y, aunque aguanté, lo hice mal y con toda justicia me suspendieron. Sin embargo, salí animado, pues Rodríguez Adrados, me elogió uno de los temas de sucesiones, el de la partición de la herencia que me había tocado. Ello me hizo pensar que iba por buen camino, pues muchos de los temas me los había hecho yo, entre ellos ese por Lacruz Berdejo. El hacerme temas me hacía ir también más lento en el estudio.

Volví a Madrid y pasé a prepararme con Hito Rivas, Manu Rodríguez Poyo y Sergio Regúlez. Fue una etapa diferente: de una parte ellos tenían técnica de oposición, avanzar una parte y repasar lo estudiado, lo que me ayudó a memorizar y que yo he seguido con mis alumnos y, de otra, respetaron mi personalidad, en la elaboración de los temas. En esa etapa descubrí algo que me marcó en mi estudio. No me convencía la excesiva memorización de los temas y cayó, en mis manos -no me acuerdo porqué- “Los Estudios de la Jurisprudencia Civil” de Díez Picazo; me entusiasmaban y me entretenían los casos de la jurisprudencia y empecé a estudiar, dando vida práctica, a muchos de los temas. Ello me abrió la mente y ha sido determinante para mí. Es algo que procuro hacer con mis alumnos. Aprobé en Barcelona, con 31 puntos en el oral, es decir una nota digna, pero no espectacular y di un gran salto en el dictamen, en el que tengo que agradecer los grandes consejos de Antonio Ipiens, que lógicamente no estaba en el tribunal.

A partir de ese momento empieza mi vida notarial, pero antes de ella quiero entrar en mi vida matrimonial y en la familia que María Luisa y yo hemos formado.

3.- El matrimonio y la familia creada

Más importante que acertar en la profesión es acertar en el matrimonio y esa suerte la tuve yo con María Luisa, mi mujer. Nos hicimos novios al poco tiempo de aprobar la oposición, pero ella me tuvo que soportar como opositor en dos oposiciones restringidas, la primera como novia y la segunda ya casados, habiendo nacido nuestro primer hijo y la segunda hija que tuvimos durante la oposición, pocos días antes de examinarme del segundo ejercicio.

María Luisa ha sido el complemento necesario de mi vida, no es el momento de glosar lo que ella ha significado para mí, pero sin ella, tanto en lo humano como en lo profesional estaría muy lejos de ser el que soy. Cuando nos casamos, ella era una destacada enfermera, instrumentista de uno de los cirujanos más importantes de Madrid en aquélla época, Rafael Vara. Pidió la excedencia y se vino ya a vivir conmigo a Fuentes de Andalucía, mi primera notaría. Todos mis asuntos los ha vivido como propios, hasta en la preparación de los opositores, los recibíamos muchas veces en nuestra casa, los atendía, hasta el punto que en los grupos que formamos en dictámenes la consideraban una más del grupo. En la familia que hemos formado, de cinco hijos y diecinueve nietos, todos la consideran el alma de la familia. El año pasado hicimos nuestras bodas de oro y es impresionante verla al frente de la casa como en los primeros años, incrementado con la disponibilidad y el cuidado de los hijos, ya casados y nietos que la necesitan.

Hemos tenido cinco hijos, como antes comentaba. Manuel (cuatro hijos) y Rocío (cuatro hijos) son notarios, Macarena es física y profesora en el Colegio Mater Salvatoris (cinco hijos), Carlos (cuatro hijos) hizo ICADE dos y trabaja en ACERINOX, al frente del departamento de relación con los inversores e Isidoro, conocido por Chiqui (dos hijos), hizo informática en ICAI, pero prefirió después dedicarse a la música, siendo la de músico su profesión. Chiqui vive en el País Vasco, los demás en Madrid. Nacieron en los lugares en que yo estaba de notario o encerrado en la oposición. Así, Manuel en Valencia, Rocío en Madrid y los otros tres en Málaga. Estamos muy orgullosos de nuestros hijos y de sus cónyuges, Elisa, Carlos, Javier y Marisa.

Los nietos son desde diecinueve años la mayor (Lucía) hasta cuatro años el pequeño (Santi). La mayor estudia primero de ICADE y los demás aún están en los colegios. Tener ese número de nietos y de edades tan diferentes es de las mayores riquezas que se puede tener. No solo los queremos, sino que los disfrutamos en profundidad.

Nuestro veraneo ha sido, desde que deje la notaría de Málaga, en El Puerto de Santa María. De una forma u otra aparecen allí todos los hijos y nietos. Para ellos El Puerto forma parte de su vida y tienen de él recuerdos inolvidables.

4.- Ejercicio de la profesión.

Mi primera notaría fue FUENTES DE ANDALUCÍA, del Colegio Notarial de Sevilla y a 60 Kms de la ciudad. Podía haber elegido otras de mayor envergadura económica, pero estar cerca de Sevilla era para mí determinante. En las sucesivas notarias que he estado, tanto María Luisa como yo, partiendo de que tuviéramos una situación económica digna, procuramos buscar aquella notaría que más se adaptase a nuestras personalidades y, por ello, en las que podríamos estar más felices. La primera notaría siempre te deja una impronta y recuerdos imborrables, desde la primera consulta y los primeros números hasta las diferentes personas a las que tratas. Vivimos en el pueblo, teniendo la notaría y el domicilio en la misma casa, nos integramos totalmente en el pueblo, con sus gentes y costumbres, haciéndonos asiduos de las reuniones flamencas que se celebraban

Eso sí, desde el primer día me propuse preparar las oposiciones y me discipliné estudiando dos horas diarias hasta que convocaron la oposición, en que esas horas se aumentaron en muchas más, por lo que pedí licencia para dedicarme de lleno a la oposición, sustituyéndome, sin pedirme compensación alguna, dos notarios entrañables de Écija, Juan García Vargas y Gonzalo López-Fando. Desde el principio que empezamos a ejercer varios notarios de la zona formamos un grupo para preparar la oposición y nos reuníamos una vez al mes en el Parador de Antequera. El ambiente entre los compañeros de las notarías cercanas era magnífico. Recuerdo muy especialmente a Javier Pérez del Camino que estaba en Paradas y a Luis Sánchez Marcos en La Puebla de Cazalla. En esa época tuve a mi primer alumno que se convirtió en mi mejor amigo, Luis Sanz Rodero, que ingresó poco después y que, por desgracia, falleció ya jubilado, mucho antes de lo que esperábamos. Siempre he seguido unido sentimentalmente a Fuentes, pues “el chico” de veinticinco años que estaba de empleado en ella, José Manuel Hidalgo, cuando a los pocos años llegué a Málaga se vino conmigo, ya de oficial, a todas las notarías en que he servido, hasta que se jubiló.

Hice oposiciones restringidas, con muy buenos resultados en el dictamen y en el oral, pero fallé en la escritura, pues la documentación de Fuentes era muy sencilla y la escritura muy difícil e importante en aquélla época en la que firmamos la oposición alrededor de cien notarios. No conseguí primera, pero sí un buen número entre las segundas que me permitió ir a una notaría con convenio, que para mí era muy importante para seguir estudiando. Esta notaría fue Algemesí, en la provincia de Valencia. María Luisa y yo vivimos igualmente en el pueblo; llevábamos poco tiempo de casados y disfrutamos mucho en esa etapa valenciana, naciendo en ella nuestro primer hijo. Nuestros compañeros fueron primero Javier Deán Rubio y luego, Mariano Arias Llamas, que me sustituyo cuando me retiré a Madrid para preparar nuevamente restringidas. La notaría de Algemesí era mucho más importante que la de Fuentes y aprendí mucho en ella; tenía muy buenos oficiales. Nos integramos también en el pueblo, haciendo muy buenos amigos. Las personas del pueblo eran las típicas de la ribera valenciana, sencillas y entrañables, se desvivían por hacerte un favor. Tomé mucho cariño a los empleados y cuando nos fuimos de allí, me hicieron un regalo que me emocionó, un cuadro pintado a propósito para mí de la iglesia del pueblo en la que se bautizó Manuel, nuestro primer hijo. Actualmente Manuel tiene ese cuadro colgado en el despacho de su notaría y hasta la jubilación me acompañó en la mía.

Como antes decía, seguí preparando las oposiciones restringidas. Al convocarse pedí la excedencia y nos vinimos a Madrid a finales de diciembre para centrarme en ella; el primer ejercicio recuerdo que fue un 28 de abril y con Tomás Giménez Duart nos pusimos a la cabeza en el dictamen. Eso me hizo dedicarme a fondo a preparar el oral, llegando a estudiar algunos días catorce horas. Fue un sacrificio grande para mí, pero sobre todo para María Luisa, con nuestro primer hijo de menos de un año y esperando a la segunda, Rocío, que nació en plena oposición. Todo ello viviendo en un piso inhóspito y con escasos recursos económicos. Aprobé muy bien el oral y seguíamos Tomás y yo a la cabeza, pero como en la anterior oposición baje en el segundo ejercicio y me quede el quinto de la oposición. Había cinco plazas para lo que antes era una categoría especial, tres en Madrid y dos en Barcelona. A las tres primeras sabía que iban otros compañeros, por lo que yo podía irme a Barcelona. Es una ciudad a la que tengo gran cariño, en aquélla época sin duda la más europea y cosmopolita de España, con notarios de gran categoría, muchos me insistían en que me fuera a ella, incluso mi hermano mayor, cuya mujer era catalana, pero al final pudo mi andalucismo y opte por irme a Málaga, dejando Barcelona para Juanjo López-Burniol, que también había sacado puntuación para la categoría especial. María Luisa, no solo me apoyó, sino que estaba segura desde el principio que mis sentimientos andaluces me podrían.

En Málaga estuve desde marzo de 1977 hasta octubre de 1985. Fue una gran época, en la que alcance, por así decirlo, la madurez notarial y complete mi familia. Empezando por la familia, nacieron en Málaga tres de mis hijos, llegando a los cinco; para María Luisa fue una época dura, pues todos eran muy pequeños; el ocuparse de ellos y de la casa la absorbía, impidiéndola en algunas ocasiones disfrutar de todo lo que Málaga ofrece. En la notaría empecé solo, prácticamente desde cero y poco a poco fui creciendo, con el tipo de clientela que me gustaba, familias de la ciudad que buscaban al notario de confianza, abogados clásicos o que empezaban a ejercer o la persona que por primera vez llegaba al notario, necesitando de su consejo; también empezó a venir alguna inmobiliaria local de amigos y recuerdo que el banco Zaragozano, cuyo asesor jurídico en Málaga era su primer destino, por lo que me consultaba con frecuencia. Estaba ya creciendo demasiado y decidí hacer convenio, pues nunca he querido una notaría con muchos números; hice el convenio con Angeles Escribano, lo que fue un gran acierto, pues nos compenetramos sin ningún problema.

Me integré en el mundo jurídico, universitario y social de la ciudad. Jurídicamente con los muchos abogados que venían a mi despacho y con el Colegio de Abogados, organizando conferencias conjuntas; con la judicatura, especialmente con el que llegué a tener una gran amistad, el fiscal Luis Portero, asesinado por la ETA en Granada, cuando era Fiscal General de Andalucía; era una persona excepcional en lo humano y en lo jurídico, precisamente trabajamos juntos en temas relacionados con personas con discapacidad intelectual; en la Abogacía del Estado, con el que fue y sigue siendo uno de mis mejores amigos, Ramón Pelayo. En el mundo universitario, me llamaron a colaborar con la recién estrenada Facultad de Derecho encargándome de dos cursos de civil, obligaciones y contratos y familia; su decano Alejandro Rodríguez Carrión me apoyó constantemente; guardo un gran recuerdo de muchos profesores y alumnos; daba clase a las nueve de la mañana y tenía una asistencia de cerca de cien alumnos, lo que revela el interés que tenían. Socialmente, Málaga es una ciudad abierta y cosmopolita, no solo en la costa sino también en la capital; sus gentes son sencillas y de gran amabilidad, pero cuando me refiero a que me integré en su sociedad lo hago en sus distintos estamentos, tanto por los amigos que en ella dejé y conservo, como por sus instituciones. Varios ejemplos podría poner, pero hay uno que me gusta resaltar. En aquéllos años se celebraron las primeras elecciones democráticas, era frecuente requerir por los partidos políticos a los notarios por sí en ellas se producía alguna irregularidad; yo colaboraba con Fraga, sin estar afiliado a ningún partido, lo que se conocía en la Ciudad, sin embargo a mi me requerían en las elecciones el Partido Comunista y el Partido Socialista, sus asesores jurídicos, Boro Marina y Miguel Angel Peláez eran grandes amigos míos y sabían perfectamente que antes me tiraría por un barranco que faltar a la verdad en algunos de esos requerimientos. Es un ejemplo de la confianza en la figura del notario y de la convivencia que existía en aquélla época.

Me incorporé de lleno en las tareas corporativas del Colegio de Granada, me nombraron delegado de la Junta en Málaga, más tarde miembro de ella y, por último, decano del Colegio. Esto último me supuso un sacrificio grande, pues tenía que desplazarme con frecuencia de Málaga a Granada y dormir en ella; María Luisa me apoyó constantemente y cuando los hijos lo permitían me acompañaba. Acepté presentarme al Decanato porque Luis Rojas, notario de Granada, me lo pidió, pues en aquél momento no se ponían de acuerdo los notarios de Granada para elegir entre ellos el decano, como había sido lo habitual. Guardo un gran recuerdo de esa época, tanto a nivel colegial, como de la Junta de Decanos, presidida primero por Francisco Nuñez Lagos y después por Antonio Rodríguez Adrados. Como decano procuré no solo mantener sino intensificar la labor cultural del Colegio, con conferencias, en las que procuramos traer a Granada, figuras de primer nivel, como Vallet, Cámara, Rodríguez Adrados, Lacruz Berdejo etc, amén de catedráticos y notarios del Colegio. Por recordar las contribuciones al magnífico edificio en dónde está instalado el Colegio, se hizo una importante reforma en él, que concluyó en el decanato de Vicente Moreno Torres, pero al ser los costes importantes se fijó durante mi decanato una cuota especial a los colegiados con esa finalidad. El oficial del Colegio Eugenio Rodríguez Bailón, fue para mí de una gran ayuda.

La incorporación a la Junta de Decanos fue algo enriquecedor. Hice una aportación que aún perdura, nacida de mi preocupación por la formación de los nuevos notarios y fue proponer las jornadas a los notarios de la nueva promoción. Rodríguez Adrados era el Presidente y acogió y apoyo esta iniciativa con todo entusiasmo. Dirigí la primera de las jornadas que se celebraron en El Escorial y varias posteriores que siguieron celebrándose en la misma ciudad, concretamente en las aulas de los Agustinos en el Monasterio; posteriormente se celebró una jornada en Toledo que también la dirigí, no volviendo a dirigirlas hasta la celebrada en Avila con la promoción en la que ingreso mi hijo Manuel.

Durante la época en que fui notario de Málaga formé parte de un tribunal de oposiciones que se celebró en Madrid, primero presidido por Blanquer y después por Rodríguez Adrados, con ambos me unió desde entonces una gran amistad que perduró hasta sus fallecimientos. También, por iniciativa de Vallet, fui ponente en los congresos internacionales de la UNIL, en París y en Lima y me nombraron miembro de la Comisión de Asunto Europeos, vinculada a la UINL. La pertenencia a esta Comisión me permitió entablar amistad con Antonio de la Esperanza y José Madridejos. La amistad con la familia Madridejos se ha prolongado a lo largo de las generaciones; la mía íntima con Alfonso; él con nuestros hijos, Manuel y Rocío, que fue su preparador y nuestro nieto Carlitos Pérez Lora-Tamayo con Alfonso, hasta el punto que teniendo 12 años quiso asistir a la última conferencia de Alfonso en el Colegio Notarial de Madrid, sobre los poderes preventivos. En el año 1981 di mi primera conferencia en el Colegio Notarial de Madrid, titulada “La forma anónima y su adaptación a la pequeña y mediana empresa”

Por concurso me trasladé a Madrid en octubre de 1985. Familiarmente nos reencontramos con las numerosas familias de María Luisa y mía (once hermanos cada uno de nosotros), con los amigos de la infancia y de la juventud y se adaptaron nuestros hijos perfectamente a los colegios. Juan Bolás me dio convenio y permanecimos unidos hasta que me trasladé a Alcalá de Henares. Conocí a Juan cuando él era notario de Antequera y yo de Málaga, nos hicimos amigos desde el principio. Él estaba preparando las restringidas e hicimos de palabra el acuerdo que, si sacaba primera se venía a Málaga y yo le daba convenio, pero “sí se pasaba” y obtenía Madrid, el me daría convenio cuando yo llegase. Sucedió lo segundo y lo cumplió a rajatabla; estoy muy agradecido a Juan por ello y por su amistad entrañable. Ser notario de Madrid es muy diferente de serlo en Málaga, tanto por la documentación, como por el tipo de clientela y hasta por la oficialidad y empleados en general. La notaría de Juan era una notaría muy personal y yo seguí en la misma línea con los clientes que aporté y fui obteniendo. No aportaban gran cosa los oficiales, la clientela era de Juan y mía, a los que atendíamos muy personalmente; algunos clientes eran importantes, no tanto por el número de escrituras que otorgaban sino por la importancia de las mismas. Eran clientes nuestros muchos abogados, algunos de conocidos despachos. Un número considerable de asuntos exigían gran dedicación y estudio. Nos sentíamos realizados como notarios y disfrutando y queriendo a nuestra profesión. No obstante, la importancia de esos clientes se atendía a todo el que requería nuestro servicio, por lo que las salidas para enfermos, actas etc, eran continuas. El atender a todo el que entraba por la puerta nos generó algunos disgustos en relación a suplantaciones de personalidad, falsificación de documentos; ello fue una parte negativa que me causaba tensión, a veces más de la debida. En el año 1999, Juan fue elegido Decano del Colegio Notarial de Madrid y Presidente del Consejo General del Notariado; en el año 2002 fue reelegido para ambos cargos. Juan, como antes decía, llevaba la notaría muy personalmente y yo también, por lo que al tener que pasar gran parte del tiempo en el Decanato o en el Consejo la notaría se resintió, por lo que decidí de acuerdo con Juan en el 2003 trasladarme a la notaría de Alcalá de Henares.

Con independencia de la llevanza del despacho, mi integración en el Colegio y, en general, en la Corporación Notarial fue muy grande. Efectivamente fui censor primero de la Junta Directiva del Ilustre Colegio Notarial de Madrid, siendo Decano Roberto Blanquer y Francisco Lucas, vicedecano. La Junta de Decanos me designó Delegado del Consejo General del Notariado Español para Iberoamérica durante cerca de quince años años, fui elegido consejero permanente de la Unión Internacional del Notariado (UINL), así como presidente de la Comisión de Tema y Congresos de la UINL, presidente de la Jornada Notarial Iberoamericana celebrada en Salamanca, miembro del Comité Organizador del Congreso Internacional de la UINL celebrado en Madrid y ponente del Notariado Español en los Congresos de la U.I.N.L. de Cartagena de Indias y Ámsterdam. Con independencia de ello desde mi llegada a Madrid me dediqué a la preparación de opositores. Esta actividad de la preparación y la de Delegado de nuestro notariado para Hispanoamérica han dejado huella en mi vida y las dedicaré capítulos especiales.

En la notaría de Alcalá de Henares.

Al concursar a Alcalá de Henares me dio convenio Rafael Salazar, pero más tarde me independicé y me instalé solo. Posteriormente me convine con Eduardo Covián, gran compañero, procedente de Corredores de Comercio; al jubilarse éste, concursó a su vacante José Javier Castiella, excelente notario y persona; es más joven que yo y solo le puse una condición, que al jubilarme respetase íntegramente la plantilla de empleados. José Javier cumplió estrictamente lo convenido. Efectivamente los empleados que tuve en Alcalá eran de una competencia y honradez extraordinaria, por lo que les tomé un gran afecto y ellos a mí. Estuve muy contento como notario en Alcalá, era volver a la paz de una población pequeña, aunque con más habitantes que muchas ciudades de provincia española. Se autorizaban documentos variados, algunos con gran dificultad y disfrutaba preparándolos, especialmente con Luis Guerra, oficial de gran inquietud y responsabilidad que no hacía un documento nuevo sin preguntármelo y revisarlo antes conmigo. Excepto los poderes para pleitos y poco más los tenía preparados desde el día anterior y por la noche los repasaba y corregía por el ordenador para no tener que hacerlo sobre la marcha el día de su autorización. Esa costumbre de tener preparados y estudiados los documentos de una día para otro, la impuse desde mi primera notaría, pero la gran diferencia es que antes lo hacía en soporte papel y en Alcalá dominaba ya el ordenador, facilitando enormemente esa labor. La clientela de Alcalá era muy respetuosa con el notario y abundaba en ella profesionales que trabajan allí; no era una ciudad dormitorio.

El 10 de noviembre de 2012 cumplí la edad de jubilación, organizándome dos emocionantes despedidas, una con todos los que integramos la notaría y la otra por un grupo de alrededor de cuarenta abogados de la Ciudad, que me demostraba lo que con ellos había colaborado en su quehacer profesional.

Entro así en otra etapa de mi vida que es la de la jubilación, pero antes de referirme a ella, quisiera tratar de la labor desarrollada como delegado para Hispanoamérica de nuestro notariado y hacer un comentario. Al principio al referirme a la notaría de Fuentes de Andalucía decía que me propuse dedicar dos horas al estudio, lógicamente esas horas se multiplicaron por muchas más cuando preparaba las oposiciones restringidas, pero las mantuve cuando las terminé. Ello me permitió hacer diversas publicaciones que recojo en un anexo y dar conferencias, entre otros foros, en diversos Colegios Notariales.

GALERÍA DE LUGARES:

5.- Delegado del Consejo General del Notariado para Hispanoamérica.

 

Desde muy joven me atrajo la América Española. En preuniversitario uno de los temas en literatura y en historia fue sobre crónicas de los conquistadores españoles de Indias. Mi primera charla en público fue en el Instituto durante ese curso, sobre dicho tema; esas charlas las organizaba el catedrático de literatura, Jaime Oliver, al que antes me referí, diciendo que es de los que dejaron huella en mí; me elogió mucho, cargando la autoestima que en aquélla época no era muy alta. Descubrí a Las Casas y a Montesinos, con sus críticas apasionadas, pero me tranquilizaron el contrapeso de Menéndez Pidal, en “El Padre Las Casas. Su doble personalidad” o “El auge y ocaso del Imperio español en América” de Salvador de Madariaga. Consideraba a Hispanoamérica parte de nuestra España y me compenetraba con sus gentes, su folclore etc. Mi primer contacto fue con Lima, en el Congreso de la UINL, del que fui ponente por parte del Notariado español. La Lima colonial me encantó, veía en ella mucha huella de Andalucía. Por ello, cuando Antonio Pérez Sanz, como presidente del Consejo General del Notariado, me propuso para la delegación me dio una enorme alegría.

Las relaciones de nuestro notariado con el hispanoamericano, especialmente con el argentino, habían sido intensas y diría que fraternales, encabezadas desde España por Nuñez Lagos y Vallet y algo más tarde por Martínez Sarrión, tres figuras muy respetadas y queridas por el notariado de América. Sin embargo, cuando me llamaron para la delegación, aproximadamente en el año 1991, las relaciones de nuestro notariado se habían encaminado más hacia Europa que hacia América, lo que era lógico por lo que en aquélla época España estaba estrenando la UE. La llama sagrada con América la mantenía Martínez Sarrión que me ayudó y apoyó mucho en mi integración americana.

En Riobamba (Ecuador), con Enrique Brancos

Se trataba de volver a intensificar las relaciones entre nuestros notariados; digo intensificar, pues nunca habían desaparecido. Me dediqué de lleno a ello, con la ayuda impagable de Juan Francisco Delgado De Miguel y el apoyo de los sucesivos presidentes del Consejo y delegados de la Sección Internacional. Procuramos la presencia del notariado español en todos los congresos nacionales de los países americanos a los que se nos invitaba; no se trataba de acudir yo personalmente, sino notarios españoles; igualmente potenciar las jornadas notariales iberoamericanas que se celebraban alternativamente en América y en España, aportando para cada tema nuestros ponentes; organizar cursos de formación para los notarios de América, como el que se organizó, con aproximadamente treinta notarios americanos, en colaboración con la Universidad de Comillas en Madrid; dar conferencias o participar en cursos organizados por sus notariados; especialmente fueron importantes los de la Universidad Notarial Argentina (UNA); participar activamente en la Comisión de Asuntos Americanos, en la que teníamos voz, pero no voto al no representa a un país americano; cultivar las relaciones personales, hasta el punto que puedo presumir que en la actualidad algunos notarios americanos son de mis mejores amigos.

Con Hugo Pérez Montero y José Manuel García Collantes

Un apartado especial merece la política de becas que organizamos, dirigida a jóvenes notarios americanos. Con algo de fantasía pensábamos en las becas Fulbright, dirigidas a descubrir talentos fuera de las fronteras del país. Esta idea la acogió con gran ilusión el Presidente, Antonio Pérez Sanz y el Delegado para Asuntos Internacionales, Miguel Angel Segura, manteniéndose actualmente y no habiendo habido interrupción en ella, salvo la pandemia. El segundo viaje que hice como delegado a América fue a Cuba, acompañado de José Manuel García Collantes, gran amigo y persona imprescindible en los temas internacionales del notariado. Se trataba de un congreso internacional, organizado por la Universidad de La Habana y el notariado cubano. Siguiendo nuestra costumbre procuramos relacionarnos no solo con las autoridades, sino con los asistentes.

representando a España con Juan Francisco Delgado

Encontramos a un joven de unos veinticinco años, vinculado a la Universidad y al notariado que nos impactó, por su inteligencia, por su formación jurídica, por su conocimiento del Derecho español, por la afición a nuestros autores, no obstante los pocos medios de que disponía, hasta el punto que los “Fundamentos de Derecho Civil Patrimonial” de Díez-Picazo, los había copiado a mano. Nos dijo que su mayor ilusión sería completar su formación en España, pero a pesar de los intentos que había hecho con las becas del Ministerio de Asuntos Exteriores Español, no lo había conseguido. José Manuel y yo vimos que ese tenía que ser nuestro primer becario, como así ocurrió. Se trata de Leonardo Pérez Gallardo, que se integró totalmente en nuestro notariado y en nuestro mundo jurídico, obteniendo más tarde la nacionalidad española, pero permaneciendo en Cuba y convirtiéndose en uno de los juristas más importantes de Cuba y una referencia para toda Hispanoamérica. En fecha reciente se le ha concedido por el gobierno cubano, el premio nacional “Carlos Manuel de Céspedes” que es el máximo reconocimiento que en dicho país se otorga a un jurista. Leonardo ha pasado a formar parte de mi familia, pues desde el principio María Luisa y mis hijos lo acogieron como alguien nuestro.

Cena en Montevideo de la AUINL

Cena en Montevideo de la AUINL

Con Leonardo vino como becario Raúl Anido, de Uruguay, que ha sido un destacado notario y profesor de Derecho civil en la Universidad de Montevideo. Posteriormente, mientras fui delegado, vinieron becarios de Argentina, Perú, Méjico, Guatemala, Cuba; actualmente se han añadido más notariados. Nosotros anunciábamos dos becas anuales a todos los notariados de América, no todos respondían, pero a los que lo hacían procurábamos desde la Sección Internacional acceder a su pretensión. El notariado que mejor respondió fue el argentino, por lo que el número de becarios argentinos es muy superior al de otros países.

Muchos de los becarios que vinieron han sido después figuras importantes en sus notariados y son un puente entre nuestros respectivos notariados.

Alfonso Cavallé me sucedió como delegado. Está realizando una gran labor, entregado a ella y, entre otros muchos temas, sigue organizando con éxito la política de becas a las que me he referido.

6.- Jubilación.

Lógicamente la jubilación es una nueva etapa en nuestra vida y, por ende, una incógnita de cómo se va a desarrollar. No quería quedarme parado, encerrado en casa, no sirvo para el deporte, aunque fuese pacífico, quería dedicarme más a la familia, pero sin que me absorbieran los nietos todo el tiempo. Uno de los temas que tenía previsto y realicé fue el de escribir diversos libros sobre casos prácticos adaptados al programa de oposiciones a notarías y registro. Me incorporé al Servicio de Atención al Usuario del Colegio (SAU), pero ello solo me ocupaba una mañana a la semana y otra mañana a PRODIS, una ONG, de integración de personas con discapacidad. Seguía con la preparación de opositores, tanto de orales, como de dictámenes.

Al año, se puso en contacto conmigo la presidenta de SAREB, el llamado injustamente banco malo, pues es mucho lo bueno que ha realizado, por si quería incorporarme a su consejo de administración, como consejero independiente, ya que pretendían tener un notario y un registrador jubilado, accedí a ello y estuve durante el período de cinco años que era el señalado para los consejeros independientes. Fue una etapa muy interesante, pues me permitió conocer el mundo financiero y el negocio inmobiliario, desde una perspectiva diferente a la que hasta ahora había tenido. Tengo que reconocer la seriedad y honestidad del consejo, así como de los diferentes directivos que traté y la entrega de los mismos a su labor.

Pero el cambio mayor en mi actividad de jubilado se produjo al pedirme Jose Manuel García Collantes y Alfonso Madridejos, que eran en aquél entonces Decano y Vicedecano del Colegio de Madrid que me hiciera cargo de la dirección de la Academia de preparación de los opositores de nuestro Colegio. Ello lo trato en el apartado siguiente y último, dedicado a mi labor como preparador de oposiciones.

7.- Preparador de opositores.

Placas de agradecimiento de sus alumnos

La preparación de opositores ha sido y sigue siendo una dedicación muy importante de mi vida, que no podría haber hecho sin el apoyo de María Luisa. Al aprobar la oposición, ya en Fuentes de Andalucía, me ocupé de ayudar a dos compañeros, más jóvenes que yo, que conocí durante mi preparación. Salvo algunas ayudas puntuales en la época de Málaga a opositores, tanto a notarías, como a registro, fue cuando llegue a Madrid, donde me entregué a esta tarea.

La Academia de Madrid había empezado a funcionar; en esa época existía en las oposiciones la reserva de nota o “la media” de la oposición anterior y un grupo de ocho de nuestros alumnos la tenían, pidiéndome el director me encargará de ellos para el dictamen, lo que suponía tenerlos desde que terminó la oposición anterior a la siguiente, pues había que procurar no olvidasen los dos primeros ejercicios. Aprobaron siete de los ocho; precisamente no aprobó el que yo consideraba que iba mejor preparado, seguramente por tema de nervios….; aproximadamente era el año 1987. A partir de esa fecha, tuve constantemente grupos de dictámenes, que al principio eran más bien casos prácticos y algunos opositores de orales, además daba apoyo a los grupos de restringidas. Mis hijos Manuel en el año 1998 y Rocío en el año siguiente empezaron a opositar por lo que me entregué de lleno a la actualización de sus temas y de los casos prácticos que, para mí, eran fundamentales; a los casos no sólo venían ellos, sino también algunos de sus compañeros, hoy notarios, que recuerdan agradecidos como no reservaba nada en exclusividad para mis hijos.

lámpara de aceite romana, regalo de sus alumnos

La Academia de preparación me supuso un gran trabajo, actualizando temas, ocupándome personalmente de algunos opositores que me lo pedían, organizando la preparación del tercer ejercicio, estando disponible; siempre conté con la ayuda de los preparadores y en la etapa final de preparación del dictamen con la de notarios de Madrid, aproximadamente veinte, sin que ninguno de los que llamaba para pedirle su colaboración se negara a ello.

Estar al frente de la Academia me ha proporcionado, durante estos años de jubilado, desarrollar dos vocaciones o dos amores profundos: el amor al notariado y la vocación a la enseñanza, heredado de ese hombre excepcional que fue mi padre. No sentirse jubilado, tras cumplir la edad reglamentaria y sentirse útil para los demás en aquello que conoces y es tú vocación, es un REGALO DE DIOS.

Opositores -ya notarios- de la última promoción

La dirección de la Academia y la preparación de los opositores han supuesto para mí un enriquecimiento con los valores humanos de nuestros alumnos. No es frecuente encontrar un colectivo de jóvenes que viven la cultura del esfuerzo, del sacrificio, de la constancia, de la ilusión, de la excelencia, de la responsabilidad, de la madurez. Es emocionante el apoyo de sus familias, a veces con grandes sacrificios económicos y del apoyo de sus parejas, que se hacen uno con ellos en ese duro camino. Nunca he considerado al opositor como una persona más que viene a preparar nuestras oposiciones, pues para mí ha sido una persona concreta que necesita de mi apoyo con su especial problemática y su forma de ser. He sufrido y disfrutado con él. Hay que adaptarse y saber con paciencia y hasta con humor respetar su personalidad.

En la preparación he procurado inculcar a los opositores que el servicio a la persona es la base de nuestra profesión. De aquí la importancia que he dado a los casos prácticos. Con ellos he procurado no solo preparar el dictamen, hacer más amena la oposición, sino poner rostro humano a las instituciones, que el opositor interiorice que lo estudiado en los diferentes temas está destinado a ayudar a las personas parecidas a las de nuestros casos prácticos con las que se cruzan por la calle. El estudio del Derecho está muchas veces alejado de los que son sus destinatarios, unir la teoría y la práctica creo que es esencial para la formación de un jurista.

He disfrutado al frente de la Academia, sigo disfrutando siendo un preparador más hasta el punto de que actualmente tengo nueve opositores para los orales y doce de casos prácticos, aunque algunos de los primeros coinciden con los de los orales.

Algunos de los reconocimientos públicos cosechados por Isidoro

8.- Libros y publicaciones.

A lo largo de los años, Isidoro ha acumulado un gran bagaje de escritos fruto de su trabajo intelectual y de su experiencia profesional.

En esta web nos hemos hecho eco de algunos de ellos como por ejemplo:

Un compendio más amplio de sus libros y trabajos se puede encontrar en estas páginas web:

También ha desarrollado una amplia actividad como conferenciante, destacando como uno de sus temas favoritos en de la ayuda a personas con discapacidad. Se puede ver, al respecto, esta entrevista en Youtube el 14 de marzo de 2022.

GALERÍA FAMILIAR Y CORPORATIVA:

 

PARA CONTACTAR CON ISIDORO LORA-TAMAYO:

– Puedes dejar su comentario en esta misma página como usuario o bien, enviar una felicitación, comentario… PINCHANDO AQUÍ para que la Administración de la web lo publique en tu nombre.

– Puedes mandar un correo electrónico a Isidoro Lora-Tamayo. que le llegará directamente y sólo a él.

– Si deseas un correo clásico, puedes escribir a: Don Isidoro Lora Tamayo. Calle San Martín de Porres, 20. 28035 – Madrid.

– Puedes enviar fotos relacionadas con el galardonado.

REPORTAJE CON VÍDEO Y FOTOS DE LA ENTREGA DEL PREMIO

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Nuestros lectores opinan

  1. Admin Autor

    Don Isidoro Lora-Tamayo ha sido un notario excepcional no sólo por su conocimiento jurídico -común a todos los fedatarios públicos- sino particularmente por su calidad humana y su amabilidad. Cuando empecé a ejercer de abogado en el año 1993, después de haber dedicado varios años a la preparación de oposiciones al Cuerpo de Aspirantes a Registradores de la Propiedad y Mercantiles, tuve la fortuna de acudir a su Notaría de la calle Velázquez y siempre fui tratado con cariño por Don Isidoro, que complementó mi trabajo con el acertado consejo, derivado de su ciencia jurídica y de su experiencia. Después, he coincidido con él en labores de voluntariado, a las que no hace referencia en su semblanza personal, probablemente porque, desde su humildad y bonhomía y su profunda fe cristiana, considera normal darse a los demás. En alguna ocasión, he tenido la fortuna de tener que firmar alguna escritura en la Notaría de su hijo Manuel, lo que aproveché para ponderar la figura de su padre. En cualquiera caso, concluyo manifestando mi alegría por la concesión de este premio, porque siendo muchos los fedatarios que lo merecen, Don Isidoro es “primus inter pares»

    ENRIQUE SALVADOR OLEA
    Abogado

  2. Admin Autor

    Extraordinaria trayectoria la de Isidoro Lora Tamayo, de la que me gustaría destacar su constancia diaria en el esfuerzo dedicado a su actividad profesional, corporativa, atención a los opositores, estudio y docente, compaginando todas esas facetas de actividad, lo que es harto difícil.
    José Félix Merino Escartín, registrador de Madrid nº 18.

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