En primer lugar, me quiero presentar. Soy Enrique, y recientemente aprobé las oposiciones a Notarías celebradas en Valencia y convocadas en 2012. Siempre me rondó por la cabeza escribir algo una vez concluyera mi etapa de opositor. Estas líneas son fruto de esas ganas. Quiero ya advertir que no pretendo hacer un artículo sobre cómo opositar con éxito, ya que el éxito no está en ningún caso garantizado y además ya existen varios textos que tratan precisamente de este tipo de consejos. No: lo que pretendo plasmar es como viví la oposición. Por tanto, este artículo es totalmente subjetivo, y sin ninguna otra pretensión que compartir mi experiencia personal. Dicho esto, empezaré por el principio, el germen que me hizo nacer la idea de quiero opositar a notarías. Quiero ser notario. Puede resultar curioso, pero desde pequeño me atrajo la profesión de Notario. Resulta que mi padre es Notario, por lo que siempre tuve cerca el oficio y lo poco que veía con mis ojos me gustaba. Al crecer, cuando ví el verdadero significado de la labor notarial decidí que efectivamente era algo que me gustaría ejercer algún día. Muchos de los opositores con los que me he cruzado tuvieron también contacto con el mundo notarial antes de empezar a opositar. Por lo dicho, se deduce que cuando empecé la carrera ya tenía claro que quería opositar, y por tanto tomé la decisión de estudiar Derecho como un puente para ser Notario y que había que terminar en los años estipulados. Todo ese proceso previo sirve para llegar muy convencido al inicio de las oposiciones, ya que vas a dedicar algunos de los mejores años de tu vida a estar encerrado
hay que madurar la decisión. La oposición. Llegado el momento, se nos convocó a los nuevos opositores a la Academia de Preparación de Notarios del Ilustre Colegio Notarial de Valencia. Allí nos dieron unos papeles con consejos (titulados Advertencia Inicial, y valen su peso en oro) y nos proporcionaron una serie de temas de civil. A los efectos que importan a la hora de escribir estas líneas, quiero destacar que en la advertencia inicial nos dijeron frases como que la oposición es un examen durísimo, vais a estudiar en los mejores años de vuestra juventud, no hay garantía alguna de aprobar, etc. Como se ve, ya he usado antes algunas de estas afirmaciones. Pues bien, todo esto es cierto, aunque en ese instante no lo llegas a asumir en su plenitud. Creo que es imposible transmitir sólo con palabras lo que realmente supone una oposición a Notarías. Terminada la charla introductoria, te preparas para tu primer día de opositor. El primer día de oposición es simplemente ese día que coges el primer tema y te lo intentas estudiar. Ya te has comprado tu Código Civil y ya tienes un lugar apropiado para estudiar, y sabes las horas que vas a dedicar. Pero vayamos por partes, y aquí puede que entre a dar algún modesto consejillo: -- Tu Código Civil: me recomendaron que lo forrara y no hice caso. Error. Tu Código Civil se va a convertir en una parte inseparable de tu ser a medida que lo vayas memorizando. No te servirá ningún otro, y sabrás abrirlo y buscar artículos con una gran rapidez. Por eso, al cabo del tiempo las hojas se irán amarilleando, soltándose
tenlo en cuenta, no sea que te quedes algún día sin tu Código. No me hice con un compendio de leyes civiles que incluyese el Código Civil, me hice con un simple Código, como la gran mayoría de opositores. Detalles que tuve en cuenta: procuré que se mantuviese abierto encima de la mesa, que los números aparecieran en negrita y que la letra me resultara agradable. Insisto, tu Código va a ser tu compañero, y no solo en la oposición (muchos Notarios conservan todavía su viejo Código, yo lo voy a hacer). Como sabes, el Código hay que memorizarlo, no hay otra. Y es que una persona que se sabe de memoria todo el Código Civil es muy probable que apruebe el primer ejercicio, ahí es nada. Memorizar el Código es de las partes más ingratas y duras de la oposición y los preparadores son especialmente exigentes con ello. Te ha faltado literalidad es una frase que muchos hemos escuchado, para nuestra desesperación. Pero ahora entiendo que es necesario. Mi sistema de memorización era el siguiente: todos los días, después de estudiar lo normal, dedicaba 30 minutos a memorizar artículos, exclusivamente. Y ello lo completaba con la siguiente regla: cuando me salga un artículo en un tema, no sigo adelante hasta que diga el artículo una vez de memoria y en voz alta. Esto ralentizaba mucho mi avance pero de verdad creo que fue una clave básica en mi estudio. Al principio es un esfuerzo enorme y muy pesado, pero luego te agiliza increíblemente. Para saber cuántas veces había memorizado un artículo exitosamente, cada vez que lo recitaba hacía una pequeña rayita al margen, como si estuviese contando días en la pared de una prisión. Al final dejé de hacerlo porque estaba pintando todas las hojas con rayitas. -- Lugar de estudio: Yo lo tuve fácil ya que tenía un entorno de estudio adecuado en mi propia casa. Se me ofreció la posibilidad de ir a un despacho que no se utilizaba en una oficina, pero a mi me gustaba más la sensación de tranquilidad que me proporcionaba estar estudiando en casa. Y si lo necesitaba, podía descansar en un ambiente acogedor, no en un ambiente aséptico de oficina. -- Horas de estudio: A mi me dijeron que ocho horas diarias, pero enseguida descubrí que aquello no era del todo exacto
En realidad son más. Y eso es porque las ocho horas mínimas, se refieren a horas efectivas de estudio concentrado. Todos sabemos que tenemos mejores y peores días, o nos distraemos más o menos
Por lo que ocho horas diarias significa en realidad todo el día estudiando, que en mi caso se tradujo de nueve de la mañana a nueve de la noche, con un par de descansos de manera que, como mínimo, al final de la jornada nueve horas diarias habían sido óptimas. Pero el horario de oposición seguía siendo de nueve a nueve. Y ojo, porque no es una cuestión baladí. Haré una breve referencia al descanso. Es vital, y creo que lo es a varios niveles: -- Dormir lo suficiente cada noche. Si no duermes lo suficiente, simplemente el día siguiente es un día perdido. La cabeza no funciona y no retienes tanto lo estudiado. Si los nervios merman tu capacidad para dormir no te quedará más remedio que acudir a tomar una tila, valeriana, etc. --Descansar un día a la semana. Creo que lo preferible es que este día caiga después de cantar los temas, aunque casi nunca es así porque uno se debe ajustar al horario de su preparador, nunca al revés. Lo ideal es descansar un día
teniendo presente que luego hay que volver al estudio. Si te acuestas de madrugada porque te has ido de fiesta, ya me dirás al día siguiente cómo te vas a poner a estudiar. Parece de perogrullo, pero lo aprendes dándote el golpe. Y de todos modos, ese descanso de un día, en mi caso lo acabé reduciendo a solo medio día, porque veía que lo aguantaba bien. Ese descanso de medio día a la semana lo continué haciendo toda la oposición, salvo los fines de semana anteriores al examen. --Unos días en verano. Como diré, existen fechas en las que opositar se vuelve aún más difícil, y verano es uno de esos periodos. Algunos se toman unos días de vacaciones. Yo lo cierto es que me tomé tres días libres en mi primer año de opositor
y nada más ningún otro verano. No tener vacaciones durante años suena duro, pero una vez te metes en la espiral
no te importa tanto, al menos ese fue mi caso. La evolución del opositor. Durante mi vida de estudiante previa a empezar a opositar, mi método de estudio se había basado fundamentalmente en la comprensión, y prácticamente nunca en memorizar. Por eso al principio, me costó tener que introducir el elemento de la memorización pura en mi método de estudio (nada más y nada menos que con artículos literales). Pero sin dejar de comprender y asimilar lo que estaba aprendiendo, tarea que es imprescindible si queremos llegar al Dictamen con posibilidades de aprobar. Empezar a opositar con buen pie te puede ayudar a hacer las cosas luego más fáciles. Me puse a ello exactamente el 1 de octubre de 2009, y me parece que tardé hasta un mes en hacerme con el hábito de estudio de un opositor. Una vez que me acostumbré, lo primero que acepté con resignación es que para mantener el ritmo, lo ideal es no variar prácticamente nunca la rutina diaria. La rutina diaria del opositor es como caer en una enorme espiral temporal, en la que el tiempo pasa terroríficamente rápido. Los meses transcurren y las estaciones son realmente lo que te hace ser consciente de que el planeta sigue girando sin ti
además, mientras progresa la vida de tus amistades, la tuya parece que se ha congelado totalmente. La rutina del opositor es tal, que hasta el poco rato de ocio está planificado, siendo esencial hacer algo de ejercicio físico. Yo me hice con unas zapatillas y empecé a correr, y se me quedará la afición ya para siempre. Correr me producía un efecto maravilloso: dejarme la mente en blanco y sentir sólo como me palpitaba fuerte el corazón. Esa sensación me ayudó a mantenerme opositando. Y si no salía a darle a las zapatillas, me entretenía con largos paseos, al acabar de estudiar, normalmente después de cenar. Incluso me atreví a aprender a patinar, aunque iba bien acorazado, ¡no fuera que me fuese a romper algo antes del examen! Ese día a día se quiebra cuando vas a cantar los temas a tu preparador. Yo comencé cantando dos veces a la semana, más adelante una vez a la semana. Y finalmente fui una vez cada catorce días. Esta fue la estrategia que mi preparador y yo seguimos, aunque los ejemplos son tantos como opositores. Depende de la capacidad memorística de cada uno y de lo bien que se lleven los temas. Se convocan oposiciones. Pues bien, cuando uno cree que se ha acostumbrado a la vida de opositor, resulta que convocan oposiciones. Es una sensación extraña, y produce un cierto susto inicial. Es cuando el día del primer examen deja de ser algo en cierto modo abstracto para convertirse en algo muy real. Desde el día en que firmes las oposiciones hasta que llegue el Día D los nervios van aumentando de una manera sutil pero muy progresiva. Esto es normal y no hay que preocuparse. Yo siempre mantuve los nervios bajo control, ya que por suerte tenía mucha confianza en mi trabajo opositando. Y al mismo tiempo, empiezas a sacar tu mejor opositor. Cuando ves que el toro se acerca, llegas a realizar esfuerzos memorísticos de enorme calibre. Más allá de lo que te crees capaz. Cuando queda un mes para tu examen (fechas que tienes que ir calculando a ojo, pero lo normal es que tus intuiciones sean precisas), das el todo por el todo. El objetivo es llegar al examen con energías suficientes para realizarlo con éxito, pero con poco más que eso, porque el resto lo habrás gastado estudiando. Finalmente, llega el día del primer ejercicio, ¡años de preparación que se van a decidir en una hora! Lo más habitual es que te acompañe alguien, familiar, novio, amigo
Mientras esperas tu turno, te toca hacer pasillo con tus compañeros de oposición. Los lazos emotivos que se crean en esos momentos son para toda la vida. El ambiente previo es de tensión, y algunos lo llevan mejor que otros: yo me senté en un sillón, y tras una breve presentación a la gente que acababa de conocer, me puse a leer el Código Civil, aunque posteriormente lo dejé a un lado y empecé a automotivarme. Te sabes el temario, vas a aprobar el examen, eres Notario: me lo decía para mis adentros. ¿Una tontería? La verdad es que a mi me vino muy bien, y de hecho ya había pedido a toda mi familia que para motivarme no quería que se me hablara en condicional en relación al futuro de la oposición, sino con certeza absoluta. Es decir, me enfadaba si me decían si apruebas la oposición
y pedía que me dijeran cuando hayas aprobado la oposición
. Claro, que esto me sirviera a mi no tiene por qué significar que sirva a otros. Porque sin estudiar, por mucho que te digas que te lo sabes
Está claro, ¿verdad? ¿Por dónde iba? Cuando llega el momento en que entra a examinarse la persona que te precede, toca ponerse alerta, porque no sabes si aguantará la hora completa. Bebo agua para hidratarme (sin pasarme, no sea que me entren ganas de ir al servicio en pleno ejercicio) y... espero. Llega mi turno. El sistema es de sobra conocido: sorteo con unas bolas numeradas con los temas, cinco minutos máximo para meditar o hacer algún apunte. Allá vamos, DNI en mano. Sentado, y ya sabiendo los temas que voy a cantar, me hago un esquemita, aunque con sólo cinco minutos, a duras penas llego a apuntar cuatro ideas y a señalar los tiempos en que debo pasar al siguiente tema: minutos 18, 36 y 54. Empiezo a cantar el examen, y tras cinco minutos de titubeo inicial, cojo ya la velocidad de crucero. Controlo los tiempos como hacía con mi preparador
y se acaba la hora (esa hora la viví como si durara menos de diez minutos y cualquiera que haya pasado por lo mismo sabe que es verdad). Durante el examen hay que controlar los nervios, aunque los miembros del Tribunal son conscientes de lo que estás pasando. A propósito de ello, os voy a contar una anécdota divertida: olvidé sacar las bolas del sorteo de los temas ¡imaginad el cuadro! Me senté ante el Tribunal dispuesto a cantar los temas
sin los temas. ¿Qué pasó? Muy amablemente me lo recordaron: vaya a sacar los temas. Más adelante, cuando ya aprobé, me recordaron mi despiste entre risas. Las notas salen al final de la sesión. Durante la espera el nerviosismo va en aumento. Salen los resultados. Buscarte en la lista de aprobados no lleva más de tres segundos, pero a mi me parecieron una eternidad. Todo salió bien. Sientes la felicidad que cualquiera puede imaginar. Luego, en cambio, sientes algo parecido a no acabar de asumirlo. A mí varias personas me dijeron que no parecía lo suficientemente contento, lo que me hace ahora sonreír cuando lo recuerdo. Y es que la alegría no puede cegarnos porque la realidad es que hay que pensar en el siguiente ejercicio, que por lo general se suele tener menos preparado que el primero. Cosa muy lógica ya que hay que empezar construir la casa por los cimientos, y todos los ejercicios son eliminatorios. Me tomé un descanso de cuatro de días, y empecé con el segundo ejercicio. El segundo ejercicio me demostró que nunca hay que confiarse. Y es que cuando llegas a dominar los temas de civil y fiscal, adquieres una velocidad de estudio increíble, siendo mi record repasar todo el temario del primer ejercicio en menos de una semana (y eso que mi primera vuelta fue de casi ocho meses
). Pues bien, en cuanto coges otros temas y descubres que vas a volver a ser mucho más lento estudiando, como poco sientes frustración. Fueron días duros, mucho más de lo que me podía haber imaginado. Pero la presión del tiempo, y el ir paso a paso, volvieron a surtir efecto. Me hice con unos temas actualizados e intenté memorizarlos teniendo en cuenta el tiempo justo de cada tema. El tiempo apremiaba. Si un tema era de doce minutos, tenía que aprenderme doce minutos. No menos, ¡pero tampoco más! No por falta de ganas de aprender, sino porque hay que seguir las reglas del juego. Hay que llegar sabiendo todos los temas y no sabiendo mucho de uno y muy poco de otro. Como motivación extra, mi preparador volvió a tomarme temas cada semana, hasta poco antes del examen en que le sugerí que probáramos cada quince días, ya que quería comprobar cuánto tiempo aguantaba los temas en mi cabeza antes de que la memoria se deteriorase. Al final logré dar una vuelta completa en una semana, lo que me daba cierta tranquilidad para el examen: si tenía mala suerte, me preguntarían algo que había estudiado hacía tan solo una semana
que es lo que ocurrió. No hay que dejarse ningún tema sin estudiar o cosas al azar
Así estuve estudiando hasta que me convocaron para la realización del segundo ejercicio. De nuevo hay que jugar con los tiempos para llegar con energía al examen. Dio la casualidad de que tenía un número de sorteo que hizo que dudara si me iba a examinar antes del parón de agosto o después del mismo, con lo que tuve que ir con cuidado para no quemarme antes de tiempo. Pues bien, llegó el día del segundo ejercicio. El sistema es el mismo que en el primero. Es más, muchos de nosotros nos volvimos algo supersticiosos e intentamos repetir todos los elementos que tuvimos en el primer ejercicio. Por ejemplo: me senté en el mismo sitio, me repetí las frases de motivación
incluso muchos (por no decir casi todos) repetimos vestuario. Sobra decir que los nervios vuelven a aparecer, y que una vez has acabado tu examen (esta vez sí que me acorde y cogí las bolas
), la tensa espera a que salga el acta es dura. Pero finalmente salió, y volvió a salir bien. De nuevo se repiten sensaciones: estallido inicial de euforia, seguido de felicidad pero contenida. Y es que se acerca el tercer ejercicio, el Dictamen, en mi caso en un par de meses, lo que en tiempo oposición es como decir en cinco minutos. El dictamen. Del dictamen se pueden decir muchas cosas, pero estas líneas que escribo versan sobre mis sensaciones y vivencia personal, y no tanto sobre cómo hacer bien un ejercicio (cosa a la que no me atrevo). Para mi, la preparación del dictamen fue la mejor parte, con diferencia, de las oposiciones. Me preparaban en la Academia del Colegio Notarial de Valencia, y viviendo yo en Castellón, tuve que hacer muchos viajes de ida y vuelta en el cercanías. Hubo veces en que llegaba a medianoche a casa, cenaba y me iba a dormir con cuestiones todavía en la cabeza, por lo que soñaba con el Dictamen. Después de resolver el supuesto de hecho en casa, estando las seis horas de rigor y acompañado de alguna chocolatina y agua, volvía al día siguiente a corregirlo. Además el cansancio acumulado por la oposición era muy alto. Entonces, ¿qué es lo que me gustaba tanto? En primer lugar, el simple hecho de salir de casa para ir a Valencia ya supone algo mucho más divertido y novedoso que quedarse encerrado dando vueltas al temario. Además conocí a otros opositores, con los que compartí sensaciones e inquietudes, y con algunas de estas personas ha surgido una buena relación, que sólo puede ir a mejor. Pero resulta además que en la preparación del dictamen es donde empiezas a aplicar todos los conocimientos que has ido adquiriendo a lo largo de los años de estudio. Poco a poco descubres como se interrelaciona el derecho, te sorprendes de interpretaciones innovadoras y aprendes a confiar en tu propio criterio. No significa, ni muchísimo menos, que te conviertas en un genio jurídico en apenas semanas, sino que empiezas a ver que lo que has aprendido tiene un potencial enorme, y que a medida que pasen los meses, ese conocimiento se irá asentando y manejando con cierta soltura. Cada dictamen es distinto y parecido al mismo tiempo. Los supuestos de hecho que nos retaban a resolver eran diferentes unos de otros, y a veces una sola palabra ya podía llevar a soluciones totalmente distintas, según el criterio del opositor (¿es esta cláusula una institución de heredero o un legado?, por poner un ejemplo). Varios de nosotros veíamos algunas cosas, otros en cambio las interpretaban de manera distinta, pero a la hora de corregir, siempre que algo resultara lógico y jurídicamente bien argumentado, era correcto. Y pese al cansancio, a las horas invertidas
me gustaba ver como cobraban sentido soluciones propuestas por mis compañeros o por mi mismo. Ojo. Al dictamen hay que tenerle mucho, muchísimo respeto. No exagero si digo que cada examen es más difícil que el anterior y el Dictamen es el tercero, y sigue siendo eliminatorio. Pero siempre sin perderle el respeto, lo que no hay que tenerle al dictamen es miedo. Eso nos lo enseñaron muy bien y es cierto. Puede que al principio no puedas ver nada, pero poco a poco se te encienden las bombillas en la cabeza
y luego te faltará tiempo para escribir todo lo que piensas. Como siempre, llegará el día del examen. Hasta entonces la preparación había consistido fundamentalmente en hacer dictámenes, corregirlos, y en el tiempo libre leer comprensivamente textos jurídicos. El día antes del examen prácticamente no estudié porque creí conveniente llegar con la cabeza bien despejada y descansada. Comes ligero ese día y te vas al examen. El Presidente del Tribunal y el Secretario recibieron a todos los opositores y nos fueron llamando a las aulas, donde nos sentaban en una mesa por opositor. Había comida y bebida, aunque la mayoría llevaba sus provisiones. El Tribunal se mostró muy amable, intentando romper la tensión del momento, aunque como os podéis imaginar, la procesión va por dentro. Terminado el examen, empieza de nuevo la espera, y esta vez dura días. Es lenta y angustiosa. Aunque nos habían advertido del proceso psicológico que atravesaríamos, reconozco que creía que se exageraba. No podía estar más equivocado. La espera cada uno la lleva como puede. En mi caso, evité comentar con nadie la solución, cosa que en más de una ocasión estuvo a punto de suceder, y sobretodo intenté mantener la mente ocupada con otras actividades. Después de realizar la lectura, el nerviosismo se puede acentuar, ya que siempre te quedan ganas de preguntar al Tribunal si se te ha entendido bien, cosa que obviamente no se puede ni debe hacer. Así que simplemente toca esperar. Esperar, esperar y esperar. Quien espera, desespera, y si lo que esperas son las notas del tercer ejercicio, ya sobran las palabras. Las notas salen el día en que lee el último de la lista, pero no se sabe la hora. Ese día estábamos todos pendientes de que terminaran las deliberaciones del Tribunal. Hubo gente que se acercó al Colegio Notarial, otros como yo preferimos guardar las distancias y esperar a consultarlo por internet (la web oficial se actualizaba al instante). Finalmente, salen las notas y el tiempo se congela (una vez más) mientras te buscas en la lista. Si todo sale bien, como fue mi caso, las emociones se desbordan. Y no es raro que alguno pase luego unos días enfermo, por tener las defensas corporales bajo mínimos aguantando hasta el último suspiro. Las notas salieron poco antes de navidad, por lo que fueron unos días maravillosos, y al acabar las fiestas nos preparamos para la cuarta prueba: la escritura y el problema de matemáticas financieras. Tras la lectura del ejercicio al día siguiente, felizmente aprobamos todos los presentados y acabó la oposición. Era el 16 de enero de 2014. Nos fotografiaron a los nuevos Notarios, y luego por la noche tuvimos una cena de gala: los aprobados, los miembros del Tribunal, el Decano y los bedeles, que siempre nos trataron con amabilidad y una sonrisa en la cara. Fue una noche muy divertida, en la que conocí a mucha gente nueva y en nuestra versión postopositora. La materia humana De ello hace tan solo unos pocos días. Pero no quería demorarme en escribir, para mantener aún fresco el recuerdo de la oposición en la mente. Y es que, aunque parezca difícil de creer, el cerebro parece aparcar en cuanto puede los recuerdos difíciles, y cuando miras hacia atrás y te ves a ti mismo superando las oposiciones, te sorprendes de tu capacidad. A veces podrías llegar a dudar de si aconsejarías a alguien opositar, dada la gran dificultad y esfuerzo que supone. Si estás ahora mismo opositando, sólo te puedo dar muchos ánimos y fuerzas. Existe el final de la oposición. Y aunque me gustaría decir que seguro que apruebas, tristemente el éxito en estas oposiciones no está garantizado en modo alguno, ya lo he dicho unas cuantas veces. Pero lo que sí está garantizado es que la constancia, esfuerzo y fuerza de voluntad aumentarán drásticamente tus posibilidades. No debes desesperar, por muchos altibajos anímicos que tengas. Son varios años los que estarás luchando contra los temas y los artículos, y contra los cambios legislativos, que eso sí que está garantizado que ocurrirá. Durante ese tiempo es imposible pretender que no ocurran circunstancias personales, familiares, entre tus amigos o conocidos
que hagan que uno pueda sentirse con menos ganas que nunca de seguir adelante
pero hay que seguir mientras se siga teniendo claro que es el objetivo que deseas, y que lo estás haciendo bien. Desde luego, opositar estudiando poco y/o mal es una pérdida de tiempo, tanto tuya como para los que te rodean, pero eso ya lo sabes. La oposición se convierte en tu nueva vida, una vida además muy particular, porque es absorbente, se coloca como tu máxima prioridad. Es especialmente patente cuando llegan las vacaciones de verano, o las fechas navideñas, incluso tus propias fiestas locales. Tu estudiando, y la verbena a tan solo unos pocos metros
pero tu debes seguir estudiando. Y por supuesto la oposición va a afectar a otros varios campos: el de la salud (cuídate la vista); carecerás seguramente de ingresos propios; y cómo no, también puede afectar al campo del amor. Son estos detalles que no se suelen comentar demasiado en voz alta, pero son tan reales como los temas y los artículos del Código Civil. Porque el opositor sigue siendo un ser humano, aunque cada vez lo parezca menos. Y es que excepto la familia y tus compañeros, u otros opositores de oposiciones de dificultad comparable, muy pocos entenderán qué significa realmente lo que estás haciendo. ¿Que es difícil? Por supuesto; pero, ¿hasta qué punto se puede entender el significado auténtico de la dificultad? No sólo se manifiesta en que más temprano que tarde vas a tener que olvidarte de esos planes maravillosos que hacen tus amistades, sino que también tienes que luchar contra ti, y saber convencer a tu yo interior de que el esfuerzo tendrá su premio. Vendrán dificultades, por suerte en mi caso ninguna fue insalvable, pero lo primero siempre será la oposición. Sólo así se puede seguir hacía adelante, porque recuerda, mientras tu no estudies, otros sí lo estarán haciendo. Y aunque soy muy defensor de que tus rivales son los temas y artículos, no tus compañeros o compañeras (con los que te conviene formar un buen equipo), la realidad es que al final solo pasan los mejores. Así que sigue estudiando. Y con esto me despido, deseándote las mayores de las suertes. Enrique Montoliu Alcón, nuevo Notario.
Visita nº desde el 2 de febrero de 2014.
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