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EL PROBLEMA DEL PARO NO LO SOLUCIONAN LOS EMPRESARIOS, SINO LOS QUE NO LO SON

Daniel Iborra

Daniel Iborra Fort, Notario de Vilafranca del Penedès (Barcelona)

   

Nota previa:

     Un artículo del propio autor, sobre este mismo tema, se publicó el pasado 15 de agosto. Era la última revisión del artículo que vio la luz, por primera vez, el 7 de marzo de 1988 con el título de “El problema del paro no lo solucionan los empresarios sino los que no lo son”. Desde entonces, cada 2 años lo ha actualizado adaptándolo a la situación económica del momento, pero manteniendo la estructura inicial.

     Ahora se ofrece el artículo original de 1988.

  

El problema del paro gravita sobre la sociedad española con una intensidad que no se da en otras sociedades. Pero lo más preocupante es el pesimismo que se detecta en la clase política y la opinión pública sobre las posibilidades de afrontar con éxito la resolución de esta lacra social.

El incremento del paro ha sido uno de los factores determinantes del crecimiento del gasto y del déficit público. El paro compromete otras necesidades sociales: seguridad en el trabajo y remuneración adecuada del mismo, promoción y desarrollo personal y profesional, nivel de seguridad pública, solvencia del sistema de seguridad social...

Es de destacar el despilfarro de recursos humanos que supone, especialmente de las generaciones jóvenes con una preparación mas adaptada a las actuales necesidades técnicas, y la insatisfacción social y política que genera, creando una masa desarraigada y propensa a comportamientos radicales.

Sin embargo, en otras sociedades, este problema va encontrando solución. En EEUU se han creado 15 millones de puestos de trabajo en los últimos años (sólo en febrero último se han creado 531.000 nuevos puestos de trabajo no agrícola). En Japón, a pesar de la revalorización del yen, un millón muy recientemente, y en Gran Bretaña, en el ejercicio 1.987, se han creado los suficientes puestos de trabajo como para acoger el incremento de la población activa y reducir el desempleo en medio millón.

Creo que deberíamos utilizar las experiencias positivas, en Economía, de otras Sociedades, como lo estábamos haciendo en el resto de cuestiones sociales, si queremos afrontar con éxito este problema.

Como hemos comentado repetidamente, la creación de empleo en las Economías Modernas va ligada especialmente a la afloración continuada de nuevas empresas pequeñas y medianas. Estas utilizan más intensamente mano de obra, y con la generación de beneficios se van capitalizando. En consecuencia, la generación de empleo no la realizan los que son empresarios, sino fundamentalmente los que no lo son y deciden serlo, ya que los avances tecnológicos ofrecen suficientes medios a los antiguos empresarios para incrementar la producción sin que lo hagan la plantillas.

Pero para conseguir una buena cosecha de estímulos empresariales, es preciso que las condiciones ambientales lo propicien. Creo que hay una relación determinante entre el marco empresarial y el número de vocaciones. Cuanto más favorables sean las circunstancias que inciden en la decisión empresarial, mayor número de personas acometerán iniciativas productivas.

Para lograr que un gran número de ciudadanos, y entre ellos los más inteligentes y preparados, se decidan a iniciar actividades empresariales, perdiendo a veces un puesto de trabajo fijo e invirtiendo su tiempo, su patrimonio y su esfuerzo físico, éstos han de tener una compensación social y económica adecuada.

El tipo de compensación varía según el carácter, los hábitos y las normas de las Sociedades. Cada Sociedad tiene un punto de equilibrio diferente, no es igual, por ejemplo, una sociedad perezosa que una trabajadora. Pero en todas ellas el incremento de incentivos produce efectos positivos en el ánimo de los agentes económicos.

Sin embargo, si se va mermando el beneficio esperado, mediante el incremento de gastos sobre el inicio y desarrollo de la actividad, renta anual, patrimonio invertido en la empresa, transmisión de bienes ínter vivos, y en el momento de la sucesión familiar, es lógico que la intención social para iniciar actividades empresariales, se acomode a este cambio de rentabilidad. Cada vez encontramos menor número de ciudadanos dispuesto a asumir riesgos empresariales.

Si, además, la reducción de beneficios va acompañada del aumento de la complejidad administrativa en la gestión del empresario y de la responsabilidad del mismo, de problemas laborales, de una actuación del sector público poco favorable, de una política monetaria restrictiva que provoca una financiación insuficiente y cara, de un deterioro general del entorno económico que incide en la solvencia de clientes y proveedores, e incluso no hay un reconocimiento social adecuado, están creadas las condiciones para la castración de la actividad empresarial.

Hay que tener en cuenta que, normalmente, en el que inicia una empresa, sus conocimientos quedan reducidos al proceso productivo, y la complicación excesiva del funcionamiento empresarial, asumible para medianas y grandes unidades empresariales, desalienta la generación de nuevas vocaciones.

De ahí que la actuación del sector público, después de los primeros momentos de crisis, se ha dirigido, en casi todos los países del mundo, a reducir los costes y la complejidad administrativa en la creación y el desarrollo empresarial, y a incrementar su rentabilidad y su libertad. Actuación pública consecuente con los problemas que quiere resolver: reducir el paro y potenciar la competitividad de la producción nacional, y con ello asegurar el nivel de vida de la población, la estabilidad social y política interna y la independencia nacional. La gestión pública está sujeta a la misma racionalidad que cualquier actividad de gestión de recursos, para lograr unos fines hay que adoptar una estrategia adecuada y son los resultados los que califican su bondad.

Después de una primera reducción impositiva, a mediados de agosto de 1.986 las dos Cámaras del Congreso Americano concluyen con lo que sería la mayor reforma fiscal del siglo. Las 15 tasas fiscales en el Impuesto sobre la renta existentes, son sustituidas por dos baremos básicos, del 15% y del 28%. La tasa del 15% afecta a 3/4 partes de norteamericanos. La imposición de sociedades básica se reduce del 46% al 34%, pero para pequeñas empresas la tasa puede caer al 15%.

En otras naciones, el sector público está siguiendo el mismo comportamiento economía en la gestión pública y reformas en la tributación dirigidas a incrementar el poder adquisitivo de los ciudadanos y el beneficio empresarial. Gran Bretaña, Italia, República Federal Alemana, hasta pequeños países como Israel o Portugal, se han sumado a este proceso. Uno de los inspiradores de la actual reforma fiscal, el profesor Fuentes Quintana, lanzó una propuesta de reforma de la imposición personal sobre la renta, basada en un tipo de tarifa única del 24’5%.

El ejemplo curioso es el francés. En 1.984 el gobierno socialista, dirigido por FABIUS, plantea, para 1.985, una auténtica revolución fiscal: reducciones del gasto público (en un 1% en términos reales), del impuesto sobre la renta en un 5%, de la tasa profesional, del empleo público, junto con un conjunto de medidas favoreciendo la inversión productiva: créditos privilegiados, liberalización de trabas para la creación de empresas, incentivos fiscales para las pequeñas empresas, relanzamiento espectacular de la política de la vivienda.

El nuevo gobierno conservador continúa este proceso: Edouard Balladur presenta los Presupuestos para 1.987 con los siguientes principios reducción del impuesto sobre la renta en un 3%, reducción del déficit público, supresión de puestos de trabajo en la Administración, menos intervención del Estado y más incentivos a las empresas.

Pero esta revolución no es privativa del área capitalista. Así como EEUU asume el liderato ideológico de la Economía de Mercado, en los países marxistas la revolución la inicia y desarrolla China.

En 1.978 se termina con el principio de "la Gran marmita común” puesta en vigor en la era maoísta, y que suponía una igualación en el salario con independencia del rendimiento, y se introduce el principio de responsabilidad, que liga el salario o remuneración del trabajo, a la productividad.

A partir de este momento se desarrolla todo un conjunto de medidas dirigidas a potenciar el esfuerzo individual, muy parecidas a las observadas en el área capitalista: reducción del gasto público, supresión de trabas para el desarrollo empresarial, incremento de la libertad económica y reconocimiento de una adecuada compensación a la actividad productiva.

Como resultado, la Producción Nacional se ha duplicado en 10 años, y es evidente la elevación general del nivel de vida de la población.

Gorbachov, en la URSS, está aplicando parecido programa, que se va extendiendo, bajo el patrocinio soviético, en toda el área socialista (Hungría, Yugoslavia, Argelia, República Democrática Alemana...).

En consecuencia, los dos grandes retos de la Economía de Mercado, la eliminación del paro y el incremento de la competitividad de la producción nacional, está llevando a todos los países a parecidas técnicas de gestión pública, intentando restaurar un equilibrio que quedó roto al quebrarse los principios de rentabilidad y libertad empresarial.

Equilibrio que lo han alcanzado los países que muestran en la actualidad mejores cifras de expansión y crecimiento en el empleo.

  

7 de marzo de 1.988.

 

 

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